Carta al amigo Pedro de Noviembre de 2006

Cartagena de Indias (Colombia), Noviembre de 2006

Querido amigo Pedro:


Recibe un fraternal saludo, ¿cómo estás? ¿Qué nos cuentas de tu vida? Nosotros te contamos que dos días después de la conmemoración del Día internacional contra la violencia hacia la mujer, los integrantes del colectivo de hombres jóvenes “Pelaos” que anima la asociación Funsarep en Cartagena, nos hemos puesto a reflexionar en torno a nuestro papel como hombres frente al derecho de las mujeres a vivir una vida libre de violencias. Pedro ¿No te parece interesante lo que hemos iniciado? Lo hemos hecho a partir del acercamiento a la Campaña del Lazo Blanco, la iniciativa más importante del mundo para reunir a los hombres con el propósito de acabar con la violencia de los hombres a las mujeres. Seguro que algo de esta campaña debes conocer en tu queridísima tierra.


Muchos de los pelaos hemos venido participando en los distintos eventos que han venido organizando las mujeres de Funsarep y de otras organizaciones de la ciudad en torno al 25 de noviembre, Día internacional contra la violencia hacia la mujer, fecha escogida por las militantes a favor del derecho de la mujer y por las Naciones Unidas para conmemorar el brutal asesinato en 1960 de las tres hermanas Mirabal, activistas políticas de la República Dominicana, por orden del gobernante dominicano Rafael Trujillo. Hemos estado cercanos y colaborando, desde el componente comunicativo, en la Campaña “Por el derecho de las mujeres a una vida libre de violencias” impulsada por el Proyecto de Mujeres y Ciudadanía de Funsarep, cuando estuviste por Cartagena has debido ver algunos afiches, plegables y videos que ayudamos a producir. Hemos venido participando y colaborando en iniciativas impulsadas por las mujeres para liberarse de las violencias que las hieren y hasta matan, pero solo hasta ahora nos hemos preguntado seriamente sobre lo que podemos hacer como hombres para liberar a las mujeres y a nosotros mismos de este tipo de prácticas.


Para responder a esta pregunta hemos decidido buscar en Internet, leer y reflexionar sobre la Campaña del Lazo Blanco para contar con mayores conocimientos e incluso pensar nuestra articulación o no a esta iniciativa que tiene su origen en Canadá. En dicho país, el 6 de diciembre de 1989 fueron asesinadas 14 adolescentes por el solo hecho de cursar una carrera destinada a hombres. Según lo hallado en la Web, el asesino, al grito de "feministas", se introdujo en la facultad y las mató. A partir de esa fecha un grupo de varones pensaron que tenían la responsabilidad de implicarse e implicar a otros hombres en hacer algo para que cosas así no sucedieran más, y lo primero era dejar de permanecer en silencio. En 1991 se inauguró la primera campaña del lazo blanco, símbolo de la paz, coincidiendo con la semana del 6 de diciembre. La campaña se ha seguido realizando todos los años en esa semana, también alrededor de otras fechas, tales como el día del padre, el día de la mujer o el día contra la violencia contra las mujeres.


Nosotros también queremos meternos y meter a otros hombres en este cuento para que hechos como el de 1960 en República Dominicana y el de 1989 en Canadá no vuelvan a ocurrir, pero sobre todo para que hoy las mujeres de Colombia y Cartagena no sigan siendo víctimas de la violencia que se ensaña contra ellas y para que los hombres no sigamos siendo victimarios de las mujeres, en fin para que mujeres y hombres estemos libres de la violencia de género.


Nosotros también queremos romper el silencio y hacer algo a favor de este propósito de poner fin a la violencia masculina contra las mujeres. Decir que así como no estamos de acuerdo con que las diferencias entre mujeres y hombres se conviertan en desigualdades y en la superioridad de un género sobre el otro, tampoco estamos de acuerdo con la violencia en sí misma, mucho menos como forma de dominación de los hombres sobre las mujeres. Porque, amigo Pedro, eso es la violencia contra las mujeres, un arma del sistema patriarcal y machista para mantenerlas en un estado de inferioridad con respecto a nosotros los hombres. Es intentar hacer con los golpes y las humillaciones lo que no se ha podido hacer completamente con los conceptos y las ideas: dominar y controlar a las mujeres. Golpearlas, si es caso hasta matarlas, para que no trabajen, no ganen plata, se ocupen en la casa, no estudien, no aprendan, no salgan de la casa, cuiden la casa y los hijos, estén en la casa, no se relacionen con otros hombres, no las vean otros hombres, seamos nosotros los únicos hombres, no se superen, no se liberen, sean esclavas de los hombres.


Tenemos que decir esto y mucho más. Señalar amigo Pedro que con la violencia contra las mujeres se busca fundamentalmente violentar sus cuerpos para controlarlos, dominarlos y abusarlos. Declarar que todo esto es más grave que otro tipo de violencias y conflictos que acontecen en nuestro mundo, país y ciudad porque se viene dando en el tiempo por los siglos de los siglos (no se te ocurra decir amén), porque diariamente mueren miles de mujeres sicológica y físicamente, porque se da en los espacios públicos y privados, porque utiliza diversas armas y porque es una violencia que se ejerce generalmente por parte de la mitad del mundo contra la otra mitad. Dicha gravedad debiera servirnos para movilizarnos a todas y todos, para día a día enfrentarla individual y colectivamente a todos los niveles, para que no sigan cayendo más mujeres víctimas de esta guerra de los sexos o de los géneros que supera en víctimas y destrozos a las dos guerras mundiales. Precisamente con la Campaña del Lazo Blanco se busca la movilización y el rompimiento del silencio masculino sobre el tema, y que los varones nos pronunciemos públicamente en el rechazo a la violencia.


Tenemos que expresar que el sistema patriarcal y machista no solo afecta a las mujeres sino también a los hombres porque el modelo hegemónico impuesto de masculinidad y feminidad no nos hace libres a unas y otros y por el contrario nos hace presos de él y de sus formas de violencia para mantenerlo. Los hombres somos prisioneros del modelo de masculinidad centrado en ser heterosexuales, activos, fuertes, dominantes, abusivos, proveedores, perros, homofóbicos, reproductores, guerreros, valientes, calculadores, musculosos, poderosos, sementales, machos, etc. Pero fundamentalmente somos prisioneros de la idea y práctica de que para ser hombres se necesita controlar, dominar o violentar a las mujeres.


Comentar que el sistema patriarcal y machista no solo tiene sus formas de violencia para hacer valer su modelo de hombres y mujeres sino que él mismo es violento, no permite la representación de otros papeles y cuando esto sucede emerge la violencia como forma o arma restauradora de las cosas. Permanente y violentamente los hombres tenemos que representar estos roles y velar que las mujeres representen bien los suyos y si no lo hacemos surgen nuevas formas de violencia más violentas contra unas y otros, llevando la peor parte las unas.


Los hombres diariamente tenemos que estar demostrando que somos hombres y que los demás hombres también lo sean y no nos dejen mal. Las mujeres son mujeres y punto y aparte. Los hombres tenemos que trabajar todo el día para mantener la casa y mantenernos lo más alejado de ella. Por eso duramos menos años de vida los hombres y nos perdemos bellos momentos de estar en familia y en el hogar, dulce hogar. Las mujeres tienen que estar en la casa y cuando salen a trabajar tienen que mantener el trabajo y la casa lo que no es considerado como trabajo. Y para rematar le pagan mucho menos de lo que le pagarían a un hombre por el mismo oficio.


Los hombres para demostrar que somos hombres, además de estar solo con mujeres, tenemos que tener muchas mujeres. Ellas para ser tal tienen que estar con un hombre y tener un solo hombre, nada de estar con otra mujer ni estar con más de un man. ¡Qué chévere gritarían de labios para afuera los hombres machistas y hasta los que no lo son o no han vivido esta situación! Quienes les ha tocado esta suerte, que es mala, debieran escribir sobre lo duro de mantener y calentar dos o más fogones, de querer a dos o más mujeres, de no dar ni material ni sentimentalmente lo que debieran dar a las esposas y a los hijos cuando los hay, de estar permanentemente mintiendo cuando les preguntan dónde estaban y con quiénes estaban, de poner a pelear a las mujeres cuando el problema no son ellas sino ellos, de dividirse, multiplicarse y restarse como verdaderos hombres, pero nunca realmente sumarse a los momentos familiares más profundos. ¿Cómo hacerlo si toca estar aquí y allá, adentro y afuera, si no se tiene el don de la ubicuidad? El daño que causa esta situación violenta en las mujeres y en los hijos está sobre escrita, lo que falta por escribir son las consecuencias del machismo en los propios hombres. Esto nos corresponde hacerlo a nosotros mismos.


Para demostrar que no somos maricas, con el perdón de los maricas, los hombres tenemos permanentemente que estar peleando contra otros hombres por plata, por territorios o por mujeres. Somos los que hacemos la guerra y mayoritariamente morimos en ella. Somos los que engrosamos los ejércitos regulares, irregulares y las pandillas. Las mujeres son botín de guerra, las violadas, ultrajadas y desplazadas.


Para demostrar que somos hombres y no mujeres tenemos que ser y hablar duro, hablar como hombres, de manera fuerte y ruda sin dejar escapar palabras, ni tonos suaves, delicados o expresar nuestros sentimientos. No tenemos que creer en la palabra y en sus capacidades de resolución, tratamiento o transformación de los conflictos. ¿Para qué hablar si las cosas se pueden resolver (más bien empeorar) peleando? No creemos tanto ni le sacamos el suficiente jugo a las funciones expresivas y de encuentro de los lenguajes, de vaina usamos su función informativa y para algunas cosas: “Te informo que hoy no hay plata para la comida”, “Esto es lo único que tengo”, “Hoy no vengo a la casa”, “Antes de que alguien te lo diga, te lo digo yo, otra vez me echaron del trabajo”. Lo que hace que nos perdamos la oportunidad de comunicar y desarrollar toda nuestra capacidad de personas afectivas, de hombres sentipensantes con un corazón más grande que una pepa de aguacate.


A los hombres para ser hombres se nos enseña que tenemos que controlar, dominar y tomar el cuerpo de las mujeres, su sexualidad y su sexo. Se nos educa como sujetos activos mientras que a las mujeres como sujetos pasivos, objetos sexuales o como cuerpos del deseo de los hombres. Y por ello nos creemos con todo el derecho de tomarlas y vaciarnos en ellas las veces que queramos aunque ellas no quieran.


Amigo Pedro, creemos que tenemos también que atrevernos a apuntar que cuando se recurre a la violencia física es porque previamente hay una subversión a este orden de cosas que no se han podido controlar por otras vías e incluso por otras formas de violencia como la simbólica y sicológica. Cuando un hombre arremete violentamente contra una mujer, muchas veces con la aceptación social, lo hace porque esta se ha salido de estos cánones impuestos culturalmente sobre cómo deben ser las mujeres y a su vez porque perturba el orden de cosas sobre lo que se espera de los hombres. Por ejemplo: El hombre pega o mata a la mujer porque ella es cachona, cuando la mujer debe ser fiel, y porque cae su reputación en el barrio con el cuento de que su mujer se la hace o hacía, cuando lo bien visto es que la mujer sea solo para él aunque este sea para muchas mujeres, o sea cachón. Para algunos hombres pesan tantos estos cánones que no solo violentan a las mujeres sino también a ellos mismos suicidándose. Amigo Pedro, con la infidelidad femenina muere el modelo hegemónico de hembras y machos, así como las mujeres y hasta los hombres. Con la infidelidad masculina y la fidelidad femenina se mantiene el modelo y la vida de unas y otros. ¡Qué vaina jodida para mujeres y hombres!


Y como si fuera poco, amigo Pedro, tenemos el deber de decir que hoy en día hay mucha más violencia contra las mujeres porque hoy en día ellas están cada vez más, individual y colectivamente, subvirtiendo el orden establecido, poniéndolo en crisis, y a los hombres que están casados con el modelo hegemónico patriarcal y machista, esto les molesta. Como también les incomoda que otros hombres subviertan este orden de cosas y por eso los agreden, por odio.


Los hombres somos presos y nos afecta el sistema patriarcal y machista y la violencia contra las mujeres como forma de dominar y controlar a la fuerza a estas. El hombre que violenta a la mujer por ser mujer es presa del miedo, está lleno de temor, teme que la mujer esté al mismo nivel o superior a él, a que ella encuentre alguien mejor que él, alguien que la escuche, la colme, la quiera más que él, la trate mejor que él, se acueste con ella, le haga el amor, le haga el amor mejor que él. Los hombres que pegan a las mujeres desconfían de ellas, pero especialmente de ellos mismos, de lo que son, de lo que hacen y tienen, de lo que han conseguido en la vida, de lo que la vida les ha deparado. Los hombres que maltratan a las mujeres no son felices ni hacen felices a estas, ¿qué hombre puede ser feliz o hacer feliz a una mujer si está lleno de miedos, temores, desconfianzas y permanentemente rompe su propia autoestima y la de ella?


Pero la violencia contra las mujeres también afecta a los hombres que no las violentan. Como lo que prima entre cielo y tierra es la vieja idea que para ser hombres se necesita controlar o dominar a las mujeres, estos extraterrestres que no tocan a una mujer ni con el pétalo de una flor, son vistos como maricas, pendejos. Pendejos los hombres que hacen todo lo posible para que las mujeres no se superen cuando lo que este mundo necesita es la superación de ambos para sacarlo del abismo en que está cayendo. ¿Gracias a quién? A nosotros los hombres.


Amigo Pedro, si nosotros que queremos ser otro tipo de hombres, no decimos esto y mucho más, entonces somos parte del problema y no de la solución. Porque un hombre que guarda silencio ante la violencia contra las mujeres es parte del problema, mucho más si es un silencio masculino que es cómplice, tolera o justifica esta violencia.


Nada justifica golpear, agredir, acosar, traicionar, maltratar o matar a una mujer. No hay razón o razones para violentarla. No justifica la violencia contra las mujeres que ellas salgan a educarse y trabajar, que sean o se pongan bonitas, que les exijan a los hombres la plata que estos irresponsablemente no han dejado o aportado para la comida, que no quieran tener sexo, que ya no los quieran, que ya no quieran vivir con ellos, que bailen con otros hombres, que les gusten otros hombres o mujeres, que quieran vivir con estos otros hombres o mujeres que realmente las hacen sentir mujeres. Si las mujeres usaran estas mismas razones para violentar a los hombres y tuvieran la misma fuerza, poder y respaldo social con que cuentan los hombres para agredirlas, estarían aniquilados, fueran los machos una especie en vía de extinción porque lo que hacen y dejan de hacer las 24 horas del día daría pie para que ellas acabaran con ellos.


La única razón, o sinrazón, que justifica la violencia contra las mujeres es la que tiene el sistema patriarcal y los hombres machistas de controlar y dominar a la fuerza a las mujeres precisamente por ser mujeres y considerar que se les hace bien maltratarlas. Pero esta no es una razón válida para las mujeres y para muchos hombres, solo lo es para un significativo grupo de hombres irracionales que habitan la faz de la tierra como bestias y animales, con el perdón de estos. El sistema patriarcal y los hombres machistas están mandados a recoger.


Como nada justifica la violencia contra las mujeres, no se puede tolerar ni podemos quedarnos callados, hay que denunciar y desafiar a otros hombres a examinar sus actitudes hacia las mujeres, cantarles la cartilla sobre el daño que se le hace a las mujeres y a los mismos hombres con la reproducción del sistema patriarcal y sus armas de doble filo. Cantarle la cartilla o compartirles esta carta que con mucho gusto te estamos mandando.


La solución a la violencia contra las mujeres no es solo un problema de las mujeres o de los hombres que las violentan, también lo es de los otros hombres que en apariencia no violentamos a las mujeres. Sí lo hacemos porque esta se expresa de muchas maneras y la mayoría de las veces sutilmente, pero sobre todo porque no somos capaces de interpelar a aquellos que violentan a las mujeres en el espacio privado, pero también en el público.


Amigo Pedro, pero ¿cómo hacer como hombres para solucionar la violencia contra las mujeres?: Liberándonos del sistema patriarcal y machista y de su modelo hegemónico que define el ser hombres y mujeres. Permitiéndonos y permitiéndoles a las mujeres experimentar libremente diversas formas de masculinidad y feminidad respectivamente. Permitiéndonos y permitiéndoles encontrarnos y desencontrarnos en este proceso de construcción diverso. Trabajando y educándonos en condiciones de igualdad mujeres y hombres, aprendiendo y ganando por igual, amándonos hasta donde el amor dure y no sea la muerte o la plata la que nos separe. Reconociéndonos, reconociéndoles, respetándonos y respetándoles lo que queramos los hombres y quieran las mujeres ser, hacer, saber, saber hacer, tener, estar, pero sobre todo poder. Que nosotros y ellas podamos desarrollar la misma carga de fuerzas, capacidades y potencias para alcanzar lo que queremos en el mundo y de paso salvar este.


No es natural que los hombres y las mujeres seamos como somos, mucho menos es natural la violencia y la violencia contra las mujeres por parte de los hombres. Tanto las unas como los otros somos producto de un largo proceso de construcción social y cultural que ha moldeado y definido lo que se debe esperar de cada quien. Amigo Pedro esta última idea conlleva una mala y una buena noticia: La mala es que este proceso ha sido largo, sistemático y sistémico, es decir, ha corrido mucha agua debajo del puente de la historia en lo que se refiere a la idea de superioridad y dominación de los hombres sobre las mujeres y esta ideología está inserta en diversos niveles, elementos y estructuras de la vida social, política, económica, cultural, comunicativa, ecológica, etc. La buena nueva es que como proceso de construcción que es, puede ser de-construido, revertido. Podemos y debemos de-construirnos y construirnos como hombres libres, amorosos, felices, en relaciones de equidad e igualdad con las mujeres.


Amigo Pedro, los integrantes del colectivo de hombres jóvenes “Pelaos” estamos pensando llevar el lazo blanco que significaría nuestro compromiso personal y colectivo de no cometer, permitir, ni silenciar la violencia contra las mujeres y con él compartir todas estas ideas que te mandamos en estas líneas. Lo llevaremos precisamente cuando todos y cada uno de los pelaos tengamos completamente masticados y digeridos estos pensamientos que con mucho cariño te compartimos en el día de hoy porque solo así el lazo lucirá espléndidamente en nuestros suéteres masculinos. No siendo más y esperando noticias tuya, se despide de ti,


Fraternalmente


Colectivo de hombres jóvenes “Pelaos”