Carta al Amigo Pedro de Octubre de 2007

Cartagena de Indias (Colombia), Octubre de 2007.

Querido amigo:

¡Recibe un cordial, fraternal, caluroso, entrañable, cariñoso y afectuoso saludo! Esperamos que al abrir esta carta portadora de un mensaje de urgencia la dicha te acompañe. Los responsables de este entusiasta saludo, de esta misiva y de estas palabras de S.O.S somos unos jóvenes afrocartageneros que hace varios años decidimos organizar un colectivo de hombres para hablar sobre nosotros mismos, de la H a la S, de nuestras Historias, hOmbrías, Machismos, Borracheras, Récord, Entusiasmos y de nuestros Sexos y Sexualidades. Para botar corriente en la calle junto a un poste de energía eléctrica sobre nuestras formas de ser, sentir, expresar, estar, hacer, actuar, tener y poder como hombres, pero sobre todo para expresar nuestras molestias en torno al sistema de cosas (patriarcal y machista) que convierte las diferencias entre hombres y mujeres en desigualdades, que grita hasta la saciedad, la suciedad y por todos los medios y las medias, la falsa creencia de la superioridad de los manes sobre las nenas y nos hace presos y presas de un modelo de varón y hembra que nos aprisiona incluso antes de nacer.

Convencidos de que la llave de esta prisión y el camino de la liberación es la palabra (creativa y creadora de nuevos sentidos, imaginarios y realidades) y el diálogo (crítico, abierto y honesto), optamos, decididamente, por encontrarnos para hablar de hombre a hombre sobre qué tipo de pelaos queríamos ser, y lo hicimos (todavía lo hacemos) semanalmente en una esquina del barrio, de la ciudad, de la región que según el imaginario y la realidad nacional es una de las regiones más machistas del país. Este mismo imaginario y realidad son los que hacen que muchas personas de otras partes de Locombia se sorprendan al saber que un grupo de hombres negros y costeños se encuentran con el fin de iniciar un proceso de cambio y expresen ideas como “Ver para creer” y “Lo que pasa es que hay hombres peores que ustedes”. Amigo ¿Y tú qué piensas y dices al saber que existe en Cartagena un grupo de hombres como el nuestro? ¿Qué te imaginas?

El motivo de la presente es precisamente decirte que nada de lo que contamos es paja o cuento chino, más bien costeño, que a pesar de las imágenes bien fundadas que tenemos los habitantes de la Costa Atlántica colombiana de ser machistas, hay un significativo número de hombres con ganas de encontrarse para hablarse y transformarse; expresarte que cada semana toca poner un par de sillas más en nuestras reuniones, una para el nuevo compañero que llega y otra para el que pasa y se sienta invitado por nuestro colectivo. Que en el colectivo que llamamos PELAOS empezamos cuatro o cinco pelagatos y ya casi seremos treinta las personas que ocupamos un puesto o lugar en este espacio de reflexión y acción juvenil en perspectiva de género.

La presente también tiene como motivo, manifestarte que se hace urgente no perder esta oportunidad, este momento de efervescencia y calor, de crisis de la patria(rcado), de deseo de muchos jóvenes de recorrer los pasos de liberación de las mujeres feministas y ser ellos mismos unos hombres profeministas, es decir, unos pelaos que apoyan activamente el feminismo y una vida con igualdad, justicia y libertad para mujeres y hombres.

No somos el cien por ciento la cantidad de hombres que agarramos nuestro nuevo equipaje de género y recorremos estos nuevos rumbos, ni siquiera el diez por ciento, pero sí somos muchos los que nos hacemos sentir y le decimos a las mujeres: “Lo siento, te juro que no lo vuelvo a repetir”.

Amigo, es justo y necesario tender el suficiente número de puentes para que los hombres que no estamos acomodados con el sistema de cosas y puestos que hemos heredado, nos encontremos para decirlo y decírselo a los que se sientan tranquilamente sobre las espaldas cansadas de las mujeres. Se requiere poner círculos de sillas en las esquinas, las canchas, los billares, los estadios, las escuelas, las iglesias, las bibliotecas, los medios de información y comunicación, etc., pero también en las casas para que el poquitico de hombres que queremos no seguir siendo victimarios y víctimas del patriarcado y el machismo, seamos un pocotón construyendo relaciones de igualdad y equidad entre los géneros.

Se requiere poner en círculos banquillos, sillones, sofás, butacas en todos los sitios significativos donde estemos los hombres, pero también temas, al principio a manera de preguntas: ¿Qué hacemos las 24 horas del día? ¿Cuáles son nuestras historias de hombres? ¿Qué roles o papeles representamos en la película de la vida? ¿Cuáles son los principales espacios que ocupamos? ¿A qué se debe nuestra ausencia en el espacio cotidiano de la casa? ¿Por qué será que los hombres tenemos a cada rato estar demostrando que somos hombres? ¿Tenemos o no sentimientos los hombres? ¿Si los tenemos por qué no los expresamos? ¿O será que los expresamos de una manera distinta a las mujeres? ¿Los hombres nacemos o nos hacemos? ¿Cómo nos sentimos con nuestra historia, papel y construcción como hombres? ¿Pesa o no esta carga, cruz o equipaje de género que cargamos? ¿Cómo quitarnos estas cargas o cruces? ¿Y qué es eso del género, del feminismo, del profeminismo? ¿Cómo generar prácticas libertarias de hombres y mujeres que hagan posible la transformación de las relaciones de género en la vida cotidiana?

Es necesario que alguien ponga estas preguntas sobre la mesa, pero que antes trace el círculo, consiga y ponga los puestos, dejando siempre uno vacío que convoque a quien pasa, invite y motive a alguno que igual que él tenga la necesidad de desahogarse y navegar a contracorriente por las aguas de la construcción de nuevas masculinidades y nuevas relaciones entre hombres y mujeres.

Para empezar el círculo o colectivo se requiere alguien que no se desespere porque al principio sea “yo con yo” o con el mejor amigo que se presta para todo, que no se moleste porque invitó a un ciento y llegó solo uno, o que al mes o al año apenas sean cuatro o cinco los gaticos que se reúnen. Se necesita alguien que permanentemente esté haciendo el círculo, poniendo las sillas, preparando viejas y nuevas preguntas, extrayendo novedosas respuestas y convocando a viejos y nuevos amigos, pero también a los enemigos (por aquello de la expresión “No le deseo eso ni a mi peor enemigo”). Alguien que haga emerger y circular la palabra entre sus nuevos compañeros de grupo, que no se desespere porque al principio estos sean unos ciegos, sordos y mudos como en la canción de Shakira, brutos, ciegos, sordomudos, torpes, trastes y testarudos en cuestión de género.

Ese alguien puede ser un animador de grupo; un profesor de colegio o universidad; un instructor de danzas folclóricas, modernas o contemporáneas; un entrenador de fútbol, béisbol u otra clase de deporte; un tallerista; un bibliotecario; un sico-orientador; un líder comunitario; un propietario de tienda o zona de juegos donde pasan los jóvenes; un comunicador social o periodista; un hombre, joven o adulto que sea referente para los jóvenes y que desde el puesto o lugar que ocupe se sienta comprometido con la construcción de una masculinidad alternativa y humanizadora desde el encuentro de los hombres jóvenes, sus vidas y palabras. Amigo, ese alguien podrías ser tú. ¿Estarías dispuesto a serlo? Es hora de que los hombres y en especial los hombres jóvenes fundemos nuevas formas organizativas para construir y contar nuevas y mejores formas de ser hombres o insertemos en las experiencias ya existentes la reflexión y acción juvenil en perspectiva de género. Es hora de hacer esto y mucho más y tú querido amigo podrías ser quien marques el paso. ¿Cuándo hacerlo? En la mañana cuando arranca el nuevo día, los jóvenes están despiertos y frescos; al mediodía cuando el sol alumbra sus cabezas e ideas; en la tarde viendo la puesta del astro rey o en la noche bajo la reina luna. Un día de semana para combinar las tareas del colegio o la universidad con la tarea de construir una nueva masculinidad o un fin de semana para mezclar la rumba en la discoteca con la alegría de hablar, por ejemplo, en la biblioteca. En enero cuando empieza el año o en diciembre cuando finaliza, una vez a la semana o al mes, lo importante es cumplir la cita. Cuando se esté dispuesto a hablar sobre sus puestos, a la hora que sea y para las que sea.

Amigo, es hora de estructurar formas organizativas masculinas para poco a poco y en un futuro no muy lejano poder formar una gran red de experiencias que aporte al encuentro colectivo, a la movilización y transformación de las formas de ser hombres y su relación con las mujeres porque una sola golondrina no hace verano. Se hace necesario formar como las aves una bandada con rumbo, aglutinar suficiente gente en torno a la causa de una nueva masculinidad profeminista y pacifista para decir a boca llena que no somos machos, pero sí muchos.

Amigo, el motivo de este mensaje, es precisamente motivarte a que tú seas parte del proceso de fundación de pequeños, pero significativos colectivos de hombres jóvenes que se sienten a pensar y repensar el cuento de la masculinidad. ¿Por qué tú? Porque sabemos que no estás de acuerdo con el papel de macho que te ha tocado representar y coincides con nosotros en que es la hora de que mujeres y hombres construyamos y contemos nuevos cuentos y nuevas historias. Porque sabemos que tienes la chispa para encender la madera de la fogata juvenil; para poner los temas y las preguntas a la hora de hablar; para proponer el juego o la dinámica que sirva para un proceso de educación entretenida; para buscar el motivo de celebración de la vida; para trazar los puntos de partida y de llegada en las caminatas o bicicletadas; para ayudar a fijar el día, la hora, el sitio y el tipo de ropa para la pijamada masculina; para registrar, proyectar y comunicar a los demás en formas creativas, los nuevos descubrimientos como hombres que se cuestionan; para llevarle el paso a las mujeres en sus marchas, movilizaciones y campañas; para poner tu grano de arena en la construcción de nuevos lenguajes, símbolos y representaciones que legitimen prácticas alternativas de vidas personales y colectivas con igualdad y libertad para mujeres y hombres; en fin, para estar al frente de estas y muchas otras actividades de encuentro, diálogo, formación e incidencia que nosotros como colectivo de hombres jóvenes hemos hecho y podrían hacer quienes sigan nuestros pasos.

En definitiva, amigo, el motivo fundamental de la presente carta es invitarte a que así como nosotros hemos seguido los pasos de liberación de las mujeres, tú y otros hombres jóvenes puedan recorrer sus propios caminos, curiosamente, sentándose por primera vez a repensar, construir y proyectar unas nuevas relaciones de género.

No siendo otro el motivo y esperando una pronta y positiva respuesta a nuestra invitación, se despiden de ti,

Fraternalmente, Integrantes del Colectivo de hombres jóvenes PELAOS.

Carta al Amigo Pedro de Junio de 2007

Cartagena de Indias (Colombia), Junio de 2007

Querido Amigo Pedro:

Saludos. En nuestra carta anterior te contamos que varios de los integrantes del colectivo de hombres jóvenes hacemos parte del equipo juvenil de comunicación audiovisual Griots comunicaciones, que este se ha propuesto la tarea de hacer una serie de videos en torno a la pregunta por las sillas, los puestos y los lugares de los y las jóvenes afropopulares en la sociedad, y que nosotros terciaríamos en el debate aportando nuestros puntos de vista como hombres jóvenes. De hecho nuestra carta dirigida a ti a principios de año giró en torno a nuestros apuntes sobre el puesto y lugar de los hombres jóvenes en la casa y la familia.

El motivo de la presente es seguir compartiendo como “Pelaos” nuestras respuestas a la pregunta de los “Griots”, pero esta vez sobre la silla, el puesto y el lugar de los hombres jóvenes en la calle.

Con seguridad los hombres jóvenes en la calle ocupan muchas sillas, puestos y lugares, pero hoy en día los que más usan y abusan son los de las motos, las mototaxis. La moda hoy es que los pelaos tengan una moto y trabajen todo el día y toda la noche de mototaxista, que un familiar o ellos mismos compren la moto, la presten o alquilen y se rebusquen llevando y trayendo pasajeros y pasajeras que en estos tiempos todo lo hacen en moto. Hasta las mujeres embarazadas en nuestros días cogen mototaxis, eso era antes que uno tenía que darles el puesto en el bus para que no se maltrataran ellas o la criatura, ahora para llegar temprano a la cita médica se embarcan en la moto.

La mayoría de los pelaos de los barrios populares sueñan con tener una moto y ganarse la vida con ella. Fantasean que en el trabajo le paguen la platica que le deben a la mamá para que esta le compre una. Pulsean para que el tío le sirva de fiador para sacar una. “Ella misma se paga” responde el muchacho cuando el familiar le pregunta sobre cómo la va a pagar. Ya no sueñan tanto con estudiar, ser profesionales, trabajar y ser alguien en la vida, deliran con tener la moto y ganarse la vida, la misma vida que no les depara mejores oportunidades de estudio, trabajo y plata.

En la construcción de las identidades personales y colectivas participan muchos materiales, la biología, la historia, la geografía, la economía, la memoria, los recuerdos y olvidos, el lenguaje y la comunicación, etc. En la construcción de las identidades de los hombres jóvenes populares hoy por hoy participa la mototaxi. Tanto que podríamos hablar de la motoidentidad o de las motoidentidades juveniles.

¿Cómo no va a incidir la moto en los modos de ser, saber, saber hacer, estar, tener, relacionar y hablar de los jóvenes si estos pasan las 24 horas del día pensando o montados en ella? ¿Cómo no va a participar la moto en la construcción de las identidades de ellos si esta se mete en su biología, historia, geografía, economía, memoria y lenguaje?

Las mototaxis les permiten transportar sus seres biológicos, sus cuerpos de hombres jóvenes que viven la vida aceleradamente, sin frenos, como si nada o nadie los pudiese detener o chocar, como si tuviesen todo el camino y la vida por delante. Les permiten desplazar sus cuerpos a altas velocidades y el de muchísima gente que por mil o dos mil pesos confían sus vidas y biologías a ellos. Por lo menos hay alguien que crea y confíe en ellos, en que saben conducir las motos que parecen bicicletas con motor y serán capaces de llevarlas a una parada segura.

Las historias de los hombres jóvenes se dividen en dos, antes y después de tener la moto. Cuando eran alguien que no tenían nada y ahora tienen algo. Cuando eran unos mondaos y cuando ahora tienen para tomarse una gaseosa y aportar algo a la comida de la casa. Cuando no tenían novia y cuando ahora la pasean en los ratos libres. Cuando no tenían nada que hacer y ahora tienen mundos que recorrer.

Las mototaxis les permiten recorrer toda la geografía de la ciudad. Transitar por las grandes avenidas y los callejones estrechos, las calles pavimentadas y los caminos de polvo y fango, el centro y los márgenes de la ciudad, los barrios en todos sus estratos. Los mototaxistas son en la actualidad las personas que mejor conocen a la ciudad, como para ellos no hay terreno vedado, la recorren de cabo a rabo, lo que les permite tener la ciudad en sus cabezas. Quizás por eso en las pasadas elecciones locales uno de ellos se lanzó a la alcaldía, porque conocía la ciudad, porque la había recorrido de punta a punta, porque le cabía en su casco de mototaxista.

El mototaxista es más que un trabajador y el mototaxismo es más que un trabajo, una forma de economía o de ganarse la vida, se está convirtiendo en una forma de vida, un estilo de vida o un tipo de identidad: la motoidentidad, que por ser vivida especialmente por hombres es una identidad masculina. Pero vivida no por cualquier tipo de hombres, por machos, lo que hace entonces que estemos embarcados en una motoidentidad machista. La del motomacho que tiene que pelear con otro macho la carretera vaya este en otra moto, carro, bus o buseta. Que tiene que trabajar las 24 horas para cumplir con su papel de proveedor en la casa. La del motomacho que desnuda con la mirada a la bella mujer, y a la maluca también, que lo para o pasa por el lente de su casco. Que en vez de sangre en el cuerpo tiene gasolina que necesita quemar y por ello pasa a gran velocidad. La del macho montado en la moto que lleva la vida por los cachos. Por todo esto choca tanto el mototaxismo y los mototaxistas a muchas mujeres que con razón se quejan de la manera como estos las tratan o ven, porque es el machismo también sobre ruedas.

Querido amigo Pedro, el encuentro de las motos con los jóvenes es como juntarse el hambre con las ganas de comer. Los hombres jóvenes populares necesitan subsistir y encuentran en las mototaxis un medio económico de subsistencia para ellos y los suyos. Necesitan poner en práctica lo poco o mucho que saben para ganarse la vida y entienden que la manera más fácil y rápida de no morirse de hambre o no hacer parte de las cifras de desocupados es tener y manejar una moto. Necesitan de afecto y confianza y lo encuentran en los propietarios que les confían a ellos sus motos y en los pasajeros que les confían a ellos sus vidas. Necesitan participar y aportar a sus familias, acceder o insertarse al mundo sociolaboral y lo hacen trabajando y jugando con las motos gracias a los tiempos que vivimos de su democratización por sus bajos precios y formas flexibles de acceder a ellas. Pero sobre todo, necesitan construir sus identidades y proyectos de vida como personas libres y autónomas y se montan en un automotor que les permite desarrollar las posibilidades y potencialidades de ser personas aceleradas, desenfrenadas, con muchos cambios, sin reversa, etc. La moto y el mototaxismo les permiten a los hombres jóvenes populares hacer y ser todo esto y mucho más.

Pedro, se equivocan entonces las personas que quieren transformar el mototaxismo como si este fuese solo una situación o problemática de trabajo, circulación o tránsito. Para transformar el mototaxismo hacia una actividad respetuosa de las normas, las personas y de la misma vida, se requiere entenderlo como una práctica desarrollada especialmente por hombres jóvenes populares que al embarcarse en este cuento o trabajo empiezan a participar en un proceso de construcción de identidades en su fuerte relación con las motos. Para transformar y reconducir el mototaxismo, y no acabarlo porque es difícil eliminar algo que produce la satisfacción sinérgica de tantas necesidades humanas, se requiere dar vuelta a las condiciones que lo han hecho emerger con tanta fuerza y educar integralmente, en otras perspectivas y vías, a las personas, a los jóvenes, a los hombres que conducen las motos, sus vidas y las vidas de los demás.

Querido amigo Pedro dejamos la reflexión hasta aquí porque se ha hecho tarde y tenemos que recogernos. Ya te imaginarás en qué nos vamos a nuestras casas, por nada del mundo cogeremos uno de los pocos buses destartalados que todavía quedan en la vía de Daniel Lemaitre.

Fraternalmente,

Integrantes del Colectivo de hombres jóvenes PELAOS.

Carta al Amigo Pedro de Febrero de 2007


Cartagena de Indias (Colombia), Febrero de 2007


Querido amigo Pedro:


Recibe un fraternal saludo de parte nuestra, los integrantes del colectivo de hombres jóvenes “Pelaos”. Pedro, no sé si tú sepas que muchos de nosotros también hacemos parte de un equipo juvenil de comunicación audiovisual animado por la asociación Funsarep en la ciudad. Este equipo se llama Griots Comunicaciones y busca desde la herramienta del video producir y difundir permanente y comunitariamente programas y cortos de videos que documentalicen la realidad juvenil y visibilicen el protagonismo de los y las jóvenes afrocartageneros en el campo artístico, social y político. En aras de seguir la tarea de los griots, esas personas del Africa negra encargadas de guardar y comunicar la memoria histórica y cultural de generación en generación, por estos días el equipo de comunicación se ha propuesto la tarea de hacer una serie de videos en torno a la pregunta por las sillas, los puestos y los lugares de los y las jóvenes afropopulares en la sociedad, empezando por la casa y la familia. Querido amigo Pedro, como “Pelaos” queremos terciar en este debate que han abierto los “Griots” y pretendemos hacerlo aportando nuestros puntos de vista como hombres y apuntando a nuestro lugar como tal en el primer escenario planteado. Son precisamente estos aportes y apuntes los que queremos compartirte a continuación en nuestra carta de hoy.


Los hombres jóvenes pasamos en la calle, la esquina o en la cancha desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Estamos en la calle, hacemos todo en la calle, somos hombres de la calle. La casa para nosotros es un hotel donde solo dormimos y a veces comemos, cuando hay para comer o cuando las mamás se acuerdan que todavía nosotros vivimos bajo su techo. “Yo pensé que ya tú no vivías aquí” responden las viejas a la pregunta y reclamo de nosotros “¿Por qué no me guardaron comida?” “Como tú no pasas aquí pensé que ya no vivías con nosotros. Mañana te la sirvo y te la llevo a la calle” siguen justificando las madres, de dientes para fuera, su aparente olvido. De dientes para adentro dicen: “El que está en la calle come calle”.


Entonces cuestionarse por la silla, el puesto y el lugar que ocupamos los hombres jóvenes en nuestras casas y familias es preguntarse por la silla vacía, el puesto vacío y el no lugar de nosotros en estos espacios. Es averiguar por nuestra ausencia, es curiosear por nuestra pinche presencia en la sala, la cocina, el patio, el cuarto ¿Cuál cuarto? Es preguntar por nuestra permanente presencia de la puerta de la casa hacia fuera, de la terraza a la calle. En la casa y en la familia el vacío, la ausencia y el silencio de los hombres jóvenes ocupan las sillas, los puestos y lugares. La relación de nosotros con nuestras casas y familias están construidas a base de vacíos, ausencias y silencios en ellas.


Los hombres jóvenes somos como fantasmas que aparecemos y desaparecemos por arte de magia en las mañanas muy temprano y en las noches muy tarde. Somos fantasmas que enredamos todo lo que encontramos a nuestro paso y acabamos con todo lo que hay en las ollas y calderos dejando una estela de bulla producida por el roce de los metales.


Como fantasmas que somos, nuestros cuerpos y palabras no pesan mucho en la vida de nuestras familias y casas. La vida cotidiana del hogar, dulce hogar de los hombres jóvenes, atraviesa nuestros cuerpos y no reconoce nuestras voces y opiniones que en cambio sí se ven y sienten en la calle, dulce calle. No pesan porque no se ven nuestros cuerpos y no se oyen nuestras palabras. Pero además porque solo somos huéspedes de un hotel, porque todavía no somos ni seremos dueños del hotel, porque ni siquiera pagamos con dinero, especie o trabajo el sitio donde dormimos y lo poco o mucho que comemos. En nuestras casas y familias somos unos fantasmas donde raramente nos ven, oyen y sienten, donde raramente nos hacemos ver, oír y sentir.


Querido amigo Pedro, somos unos fantasmas que asustamos de noche, pero cuando estamos muy lejos, bastante lejos de la casa y de la familia, cuando permanecemos en la esquina o en la rumba hasta altas horas de la noche, cuando hay peleas en el barrio o se escucha a lo lejos la sirena de la ambulancia que se abre camino en medio de los ruidos nocturnos y nuestras camas permanecen aún vacías. Quienes más se asustan con estas situaciones son nuestras viejas que no duermen y descansan hasta no ver aparecer nuestros cuerpos fantasmagóricos ante sus ojos. Somos unos fantasmas raros, solo asustamos cuando no nos ven o estamos muy lejos. Al hacer nuestra aparición en la casa se acaba el miedo.


Somos unos fantasmas, pero también unos vivos que vivimos de las vivas mujeres que sostienen con su presencia infatigable nuestras casas y familias. No porque ellas quieran y se sientan cómodamente instaladas sino porque han sido educadas para nacer, crecer, reproducirse y morir dentro del espacio privado de la casa y la familia. De la misma manera que los hombres hemos sido educados para hacer lo mismo, y mucho más, en el espacio público de la calle, la cancha, la plaza, etc. La mayor parte del tiempo los hombres hemos estado cómodos y acomodados con esta forma de educación. ¡Cómo no lo vamos a estar si esta forma en que hemos sido formados como hombres aclama que somos libres de ambular y deambular por la calle, por el barrio, por la ciudad y por el mundo! ¡Cómo no hemos de estar cómodos y acomodados si los libres somos los hombres y las esclavas de las casas y las familias son las mujeres! La vaina es tan jodida que muchas mujeres a quienes les ha tocado salir al mundo laboral, siguen siendo presas de las casas y sus familias. Antes de salir tienen que dejar la casa limpia, lavar la ropa sucia, arreglar las camas, preparar el desayuno, lavar los platos, arreglar lo del almuerzo, etc. Al regresar, mamadas del trabajo, tienen que volver a arreglar la casa que está patas arriba, lavar todo lo que los huéspedes han dejado sucio, cocinar, planchar y si tienen chance ver telenovelas para luego ir a dormir y enfrentar con nuevas fuerzas el otro día. “La sirvienta se va a ir porque aquí le pagan mal” dicen nuestras madres antes de gritar a la familia que están cansadas de que nadie meta la mano en el arreglo de la casa.


Sólo hasta los últimos años algunos hombres hemos empezado a sentir cierta incomodidad con esta realidad. Porque es injusta con la mujeres, pero también con nosotros los hombres. Porque el mundo (social, laboral, político, económico, cultural, comunicativo, ambiental, etc) necesita de la presencia y palabra libre de las mujeres y porque el micromundo de la casa y la familia necesita también de nosotros los hombres. Porque el mundo requiere urgentemente a las mujeres, el micromundo de la casa y la familia a los hombres y porque mujeres y hombres para ser personas integrales y libres requerimos del mundo en sus niveles macro y micro, público y privado. Mientras las mujeres son presas del espacio privado de la casa y la familia, los hombres somos presos del espacio público al estar obligados a ser los grandes protagonistas en él. Mujeres y hombres tenemos la imperiosa necesidad de ser, estar y transitar libremente por ambos espacios.


Los hombres, y en especial los hombres jóvenes, necesitamos calentar la casa y la familia, pero sobre todo necesitamos recibir calor hogareño y familiar. Nuestro paso fantasmagórico y frío por la casa y familia se debe a que estos espacios también son fríos y terroríficos, al igual que las personas que hacemos parte de ellos. Son frías las relaciones entre los familiares, entre los viejos, los adultos, los jóvenes y los niños; entre los hombres y las mujeres; entre los padres y los hijos, entre los hermanos. Son fríos, cortos, rápidos y fugaces los espacios y momentos de encuentro y comunicación profunda entre estos y estas. Es como si nuestras casas y familias estuvieran en otras latitudes donde el frío invade hasta los huesos y sus habitantes, especialmente los jóvenes, para no congelarnos corremos a la calle donde los rayos del sol o de la luna y el calor de sus habitantes y de sus pares nos salvan.


En las casas y familias da miedo y terror que los padres no se hablen con los hijos por no sé qué; que los padres no se hablen desde hace tiempo; que los hermanos pelearon porque uno se puso una camisa que se iba a poner el otro; que unos comen y otros no, que los hombres comen más que las mujeres y que los grandes más que los pequeños; que las empresas de servicios públicos están cortando estos y se van a llevar los contadores porque nadie ha querido o ha tenido con qué pagar los recibos; que no hay una hora precisa para comer, cada quien va llegando, cogiendo su plato y comiendo frente al televisor; que la casa se cae a pedazos y se llena de basuras y no hay quien meta la mano para repararla o limpiarla; que los niños que antes compartían todos, ahora jóvenes no comparten ni los buenos días; etc, etc, etc.


Los hombres jóvenes somos fantasmas y seres fríos en nuestras casas y familias porque estas son igualmente frías y fantasmagóricas, son casas y familias frías y llenas de fantasmas a los cuales hay que espantar. Pero amigo Pedro ¿cómo hacer esto desde la perspectiva de hombres jóvenes?


- Reconociendo la casa como tal y no como un hotel o un lugar a donde solo vamos a dormir y comer cuando hay qué comer.


- Saliendo y llegando a la casa a horas que no pongan en peligro la tranquilidad y seguridad propia y de los demás.


- Teniendo un espacio adecuado, cuidado, íntimo y privado donde dormir, encontrarnos y hablar con nosotros mismos, con nuestros vales, novias o demás familiares.


- Respetando los espacios propios de los y las demás familiares.


- Haciendo de las horas de comida momentos de encuentro y fiesta familiar.


- Pasando tiempos y momentos vitales en la vida de la casa. Estando en ella cuando la mayoría está, a la hora de las comidas, en los cumpleaños, a la hora de enfrentar los problemas, antes de irse todos y todas a la cama.


- Preocupándonos para que haya buena comida en la casa. Para que haya alimentos adecuados para todos y todas.


- Participando permanentemente en la consecución de los alimentos, en la preparación de estos y en la limpieza de los espacios y chócoros usados para ello.


- Reconociendo la casa como un espacio de gente diversa en edades, sexos, pensamientos, gustos y proyectos que algunas veces se encuentran y la mayoría de veces chocan. Buscando que estos choques o conflictos sean tratados, resueltos o transformados a través del diálogo y de la práctica de justicia, solidaridad y equidad.


- Compartiendo los sentimientos a los demás en las distintas formas y medios de expresión y comunicación posibles: diálogos, gestos, tarjetas, carteleras, mensajes de texto, abrazos, correo electrónicos, correos de voz, videos, dibujos, etc. Siempre hay una forma de hacer llegar a los demás lo que estamos sintiendo.


- Organizando viejos y nuevos espacios y lugares de encuentro familiar (asados, celebraciones, juegos, paseos, reuniones, etc).


- Participando con nuestra presencia y voz en las pequeñas y grandes decisiones sobre el rumbo de la casa y la familia. Sobre la organización de los muebles, el color de las paredes, la comida del día, nuestras horas de llegada y salida, el pago de los servicios, el cuidado de la abuela, etc.


- Participando en la organización, adecuación, arreglo, cuidado y conservación de la casa, la familia y los familiares. En el cuidado de los viejos y de los niños y niñas, en el aseo de los espacios y rincones, en la recolección y botada de la basura, en la pintada de las paredes no solo en diciembre o cuando hay una gran fiesta, en el riego de las plantas, en la quitada de las telarañas, etc.


- Celebrando en familia los pequeños y grandes triunfos y momentos.


- Compartiendo a nuestros familiares lo poco o mucho que sabemos sobre la vida.


- Llevando y presentando a la familia a la novia para que se reconozcan. Integrándola a ella a algunos espacios y momentos adecuados.


- Respetando y reconociendo los años, la vida y experiencia que nos llevan adelante los viejos y las viejas de la casa y la familia.


- Construyendo realmente relaciones fraternas con los hermanos y las hermanas donde no primen los celos, las rivalidades y los silencios.


- Evitando relacionarnos con las hermanas como sus perros guardianes o guardaespaldas sino más bien como un hermano que las quiere, respeta y vela por ellas.


- Cuidando los cuerpos propios y de los demás a través de prácticas de vida respetuosas de los mismos, protegiéndolos, proporcionándoles alimentos adecuados, curándolos y sanándolos cuando estén enfermos, ejercitándolos, evitando el consumo de alcohol, de cigarrillo y de alucinógenos.


- Reconociendo que en nuestras casas y familias ronda el viejo fantasma del sistema patriarcal y machista que impone en las relaciones un modelo de hombre como el que manda y domina y de mujer como la dominada o subordinada.


- Cazando y espantando este viejo fantasma en todas y cada una de las relaciones familiares y proponiendo nuevas formas de relación llenas de igualdad y equidad entre los géneros.


- Ocupando con nuestra presencia y palabra una silla, un puesto y un lugar significativo en la casa y familia.


- Reconociendo que al hacer todo esto y mucho más no se deja de ser hombre, todo lo contrario, se es más hombre solo que otro tipo de hombre, se participa en la construcción de otro tipo de hombre más humano, más integral, más amigo de las mujeres y de los otros hombres.


Querido amigo Pedro, no será posible arreglar el mundo si no se arregla el propio cuarto, la propia casa y familia. Otro mundo es posible si otras casas y familias son posibles y si cazamos y espantamos los fantasmas que rondan en ellas.


Sobra decirte que nuestras casas y familias están abiertas a recibirte el día que quieras volver por estas tierras y estar unos días entre nosotros.


Fraternalmente


Colectivo de hombres jóvenes “Pelaos”