Carta al Amigo Pedro de Junio de 2007

Cartagena de Indias (Colombia), Junio de 2007

Querido Amigo Pedro:

Saludos. En nuestra carta anterior te contamos que varios de los integrantes del colectivo de hombres jóvenes hacemos parte del equipo juvenil de comunicación audiovisual Griots comunicaciones, que este se ha propuesto la tarea de hacer una serie de videos en torno a la pregunta por las sillas, los puestos y los lugares de los y las jóvenes afropopulares en la sociedad, y que nosotros terciaríamos en el debate aportando nuestros puntos de vista como hombres jóvenes. De hecho nuestra carta dirigida a ti a principios de año giró en torno a nuestros apuntes sobre el puesto y lugar de los hombres jóvenes en la casa y la familia.

El motivo de la presente es seguir compartiendo como “Pelaos” nuestras respuestas a la pregunta de los “Griots”, pero esta vez sobre la silla, el puesto y el lugar de los hombres jóvenes en la calle.

Con seguridad los hombres jóvenes en la calle ocupan muchas sillas, puestos y lugares, pero hoy en día los que más usan y abusan son los de las motos, las mototaxis. La moda hoy es que los pelaos tengan una moto y trabajen todo el día y toda la noche de mototaxista, que un familiar o ellos mismos compren la moto, la presten o alquilen y se rebusquen llevando y trayendo pasajeros y pasajeras que en estos tiempos todo lo hacen en moto. Hasta las mujeres embarazadas en nuestros días cogen mototaxis, eso era antes que uno tenía que darles el puesto en el bus para que no se maltrataran ellas o la criatura, ahora para llegar temprano a la cita médica se embarcan en la moto.

La mayoría de los pelaos de los barrios populares sueñan con tener una moto y ganarse la vida con ella. Fantasean que en el trabajo le paguen la platica que le deben a la mamá para que esta le compre una. Pulsean para que el tío le sirva de fiador para sacar una. “Ella misma se paga” responde el muchacho cuando el familiar le pregunta sobre cómo la va a pagar. Ya no sueñan tanto con estudiar, ser profesionales, trabajar y ser alguien en la vida, deliran con tener la moto y ganarse la vida, la misma vida que no les depara mejores oportunidades de estudio, trabajo y plata.

En la construcción de las identidades personales y colectivas participan muchos materiales, la biología, la historia, la geografía, la economía, la memoria, los recuerdos y olvidos, el lenguaje y la comunicación, etc. En la construcción de las identidades de los hombres jóvenes populares hoy por hoy participa la mototaxi. Tanto que podríamos hablar de la motoidentidad o de las motoidentidades juveniles.

¿Cómo no va a incidir la moto en los modos de ser, saber, saber hacer, estar, tener, relacionar y hablar de los jóvenes si estos pasan las 24 horas del día pensando o montados en ella? ¿Cómo no va a participar la moto en la construcción de las identidades de ellos si esta se mete en su biología, historia, geografía, economía, memoria y lenguaje?

Las mototaxis les permiten transportar sus seres biológicos, sus cuerpos de hombres jóvenes que viven la vida aceleradamente, sin frenos, como si nada o nadie los pudiese detener o chocar, como si tuviesen todo el camino y la vida por delante. Les permiten desplazar sus cuerpos a altas velocidades y el de muchísima gente que por mil o dos mil pesos confían sus vidas y biologías a ellos. Por lo menos hay alguien que crea y confíe en ellos, en que saben conducir las motos que parecen bicicletas con motor y serán capaces de llevarlas a una parada segura.

Las historias de los hombres jóvenes se dividen en dos, antes y después de tener la moto. Cuando eran alguien que no tenían nada y ahora tienen algo. Cuando eran unos mondaos y cuando ahora tienen para tomarse una gaseosa y aportar algo a la comida de la casa. Cuando no tenían novia y cuando ahora la pasean en los ratos libres. Cuando no tenían nada que hacer y ahora tienen mundos que recorrer.

Las mototaxis les permiten recorrer toda la geografía de la ciudad. Transitar por las grandes avenidas y los callejones estrechos, las calles pavimentadas y los caminos de polvo y fango, el centro y los márgenes de la ciudad, los barrios en todos sus estratos. Los mototaxistas son en la actualidad las personas que mejor conocen a la ciudad, como para ellos no hay terreno vedado, la recorren de cabo a rabo, lo que les permite tener la ciudad en sus cabezas. Quizás por eso en las pasadas elecciones locales uno de ellos se lanzó a la alcaldía, porque conocía la ciudad, porque la había recorrido de punta a punta, porque le cabía en su casco de mototaxista.

El mototaxista es más que un trabajador y el mototaxismo es más que un trabajo, una forma de economía o de ganarse la vida, se está convirtiendo en una forma de vida, un estilo de vida o un tipo de identidad: la motoidentidad, que por ser vivida especialmente por hombres es una identidad masculina. Pero vivida no por cualquier tipo de hombres, por machos, lo que hace entonces que estemos embarcados en una motoidentidad machista. La del motomacho que tiene que pelear con otro macho la carretera vaya este en otra moto, carro, bus o buseta. Que tiene que trabajar las 24 horas para cumplir con su papel de proveedor en la casa. La del motomacho que desnuda con la mirada a la bella mujer, y a la maluca también, que lo para o pasa por el lente de su casco. Que en vez de sangre en el cuerpo tiene gasolina que necesita quemar y por ello pasa a gran velocidad. La del macho montado en la moto que lleva la vida por los cachos. Por todo esto choca tanto el mototaxismo y los mototaxistas a muchas mujeres que con razón se quejan de la manera como estos las tratan o ven, porque es el machismo también sobre ruedas.

Querido amigo Pedro, el encuentro de las motos con los jóvenes es como juntarse el hambre con las ganas de comer. Los hombres jóvenes populares necesitan subsistir y encuentran en las mototaxis un medio económico de subsistencia para ellos y los suyos. Necesitan poner en práctica lo poco o mucho que saben para ganarse la vida y entienden que la manera más fácil y rápida de no morirse de hambre o no hacer parte de las cifras de desocupados es tener y manejar una moto. Necesitan de afecto y confianza y lo encuentran en los propietarios que les confían a ellos sus motos y en los pasajeros que les confían a ellos sus vidas. Necesitan participar y aportar a sus familias, acceder o insertarse al mundo sociolaboral y lo hacen trabajando y jugando con las motos gracias a los tiempos que vivimos de su democratización por sus bajos precios y formas flexibles de acceder a ellas. Pero sobre todo, necesitan construir sus identidades y proyectos de vida como personas libres y autónomas y se montan en un automotor que les permite desarrollar las posibilidades y potencialidades de ser personas aceleradas, desenfrenadas, con muchos cambios, sin reversa, etc. La moto y el mototaxismo les permiten a los hombres jóvenes populares hacer y ser todo esto y mucho más.

Pedro, se equivocan entonces las personas que quieren transformar el mototaxismo como si este fuese solo una situación o problemática de trabajo, circulación o tránsito. Para transformar el mototaxismo hacia una actividad respetuosa de las normas, las personas y de la misma vida, se requiere entenderlo como una práctica desarrollada especialmente por hombres jóvenes populares que al embarcarse en este cuento o trabajo empiezan a participar en un proceso de construcción de identidades en su fuerte relación con las motos. Para transformar y reconducir el mototaxismo, y no acabarlo porque es difícil eliminar algo que produce la satisfacción sinérgica de tantas necesidades humanas, se requiere dar vuelta a las condiciones que lo han hecho emerger con tanta fuerza y educar integralmente, en otras perspectivas y vías, a las personas, a los jóvenes, a los hombres que conducen las motos, sus vidas y las vidas de los demás.

Querido amigo Pedro dejamos la reflexión hasta aquí porque se ha hecho tarde y tenemos que recogernos. Ya te imaginarás en qué nos vamos a nuestras casas, por nada del mundo cogeremos uno de los pocos buses destartalados que todavía quedan en la vía de Daniel Lemaitre.

Fraternalmente,

Integrantes del Colectivo de hombres jóvenes PELAOS.

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