Carta a un pelaito de 13 años.

Cartagena de Indias, 27 de Julio de 2008.

Querido Carlos Nais Díaz Murillo:

Recibe hoy día de tu cumpleaños un saludo cariñoso de parte de tu padre que te quiere más que a nadie. Esto que te he dicho es una verdad a medias porque también quiero a mis padres, mis hermanos, tu madre, hermana y a mis amigos. A ti te quiero como un padre quiere a un hijo. Lo que es una verdad completa es todo lo que a continuación quiero decirte.

Como todos los años, cuando llega la fecha de tu cumpleaños me pongo a pensar y buscar qué regalarte, procurando obsequiarte siempre alguna cosa que realmente necesites y aporte a tu vida y crecimiento como persona.

Los doce años anteriores te he regalado principalmente mucha ropa y juguetes, este año además de conseguirte una pequeña y económica cámara web para que te vean la cara quienes se comunican contigo por medio de Internet, te quiero regalar unas palabras a través de esta carta que tienes en tus manos o en tu pantalla de computador.

¿Qué me motiva hoy darte este tipo de regalo y no llenarte de cosas materiales? ¿Qué me ha llevado a ponerte de presente la inmaterialidad de estas palabras puestas con estilo sobre un papel y metidas con delicadeza en un sobre en vez de estar envuelta en papel regalo?: Decirte lo mucho que te quiero, regalarte algo que nunca te había dado, sorprenderte con este detalle inusual, contarte cosas que nunca te he contado, hablar de hombre a pelaito sobre cosas de hombres y de pelaitos.

Pero no cualquier hombre, ni cualquier pelaíto, ni cualquier tema de hombres y de pelaitos. Un hombre adulto, padre de familia, esposo de su esposa, hermano de sus hermanos y amigo de sus amigos que está en proceso de crecimiento y de vivencia de una masculinidad liberadora, de transitar por nuevas formas de ser hombre libre de la carga de tener que representar permanentemente el papel de proveedor, fuerte, perro, insensible, dominador, violento, etc.

Hablando de papel, se necesitaría bastante para explicarte los diversos sentidos que tienen todas y cada una de estas palabras en lo que se refiere a ser hombre. Como me imagino que por primera vez haz escuchado el término “proveedor”, ahora solo quiero usar algunas líneas para hablar de esta palabra y lo haré asociándola y comparando a los hombres con una cosa que tú muy bien conoces porque la pasas usando todo el santo día. Para mí un hombre proveedor es como una nevera o máquina que trabaja todo el día, de día y de noche, para suministrar los alimentos u otras cosas que necesiten sus familiares; es un armatoste frío, que enfría todo lo que está en su interior y patea cuando está dañado.

Carlos Nais perdóname si mis palabras, asociaciones y comparaciones te confunden. Que me perdone también la nevera por tan molesta comparación con los hombres.

No cualquier varón: un hombre y papá que quiere invitar a su hijo a caminar juntos y parejos estos senderos o trochas curiosamente abiertos por este mismo niño al nacer cuando corría el año 1995.

No cualquier pelaito: un niño de trece años llamado Carlos como su padre y Nais como su abuela paterna, fruto del amor y la fusión de sus padres. Un pelaito del cual sus nombres, apellidos, rasgos físicos y carácter son señas del encuentro amoroso y la fuerza de mujeres y hombres de ayer y hoy que habitan su ser. Un pelaito que acaba de cumplir 13 años y se pregunta quién es o quiere ser en tensión con lo que los demás piensan, quieren y dicen que él sea. Carlos Nais no te dejes seguir por los demás, sé y haz lo que tu corazón y mente te dictan, sé original y no una copia de los demás.

Cuentan que a los hombres la paternidad nos cambia, nos hace ver la vida de otra manera e incluso se nos plantea como una ventana, puerta u oportunidad para transformar muchas prácticas machistas desarrolladas en el tiempo y en distintos espacios por el simple y sencillo hecho de dejar de hacer cosas que el orden social espera de los hombres o machos y realizar acciones que normalmente hacen las mujeres, es decir, dejamos salir el lado femenino que llevamos dentro.

Nos emocionamos al saber que vamos a ser padres y nos volvemos locos cuando ya lo somos, el problema es que al celebrarlo lo hacemos con los amigos y nos olvidamos de la madre y a veces de la misma criatura.

Somos testigos fieles del crecimiento milimétrico de la barriga de la madre y de las transformaciones en su cuerpo, pero aún nos cuesta entender y comprender los cambios mentales y temperamentales en la mujer embarazada.

Poco a poco empezamos a pensar y decir que nos da lo mismo el sexo de la criatura, “que sea lo que Dios mande”, el problema es que no hay muchas diferencias entre esta expresión y la sentencia “tengamos los hijos que Dios nos mande”, no nos cuidamos y nos vamos llenando también nosotros y la casa de pelaos.

El problema es que cuando el pelao va creciendo y la paternidad se convierte en una rutina, disminuyen estos encantos de ser padre, los hombres vamos perdiendo la gracia y con esta pérdida se van cerrando la ventana, la puerta y la oportunidad de seguir cambiando para nuestro bien, para nuestros hijos y nuestras mujeres (esposa, madre, hermana e hija). Le damos un portazo a quienes nos rodean y nosotros mismos nos damos contra la puerta.

Cuando somos padres volvemos a jugar y ser niños. Les quitamos los juguetes a nuestros hijos o les compramos juegos que más bien son para nosotros. Para que ellos se la coman, jugamos con la comida, tanto que también nos la comemos. El asunto es que este juego dura el tiempo que se toma el niño en ser un hombrecito y la niña en ser una mujercita.

Carlos Nais, yo no fui ni soy la excepción a los quiebres o fisuras que la paternidad produce en nosotros los hombres y en el sistema machista. A mí, ser padre también me ha cambiado y me sigue cambiando como hombre.

La vivencia de una paternidad responsable ha contribuido en mi camino de vivir una nueva masculinidad y viceversa. Ser co-responsable, junto con tu madre, en tu concepción, gestación, parto y formación ha sido el hito o la punta de lanza de vivir una masculinidad distinta a la tradicional.

Me he negado y sigo negando a ser un hombre ajeno a tu gestación y crecimiento como niño y persona; hice, he hecho y seguiré haciendo hasta lo imposible para estar a tu lado cuando te levantes y acuestes, cuando sales y entras a la casa, cuando estás dentro y fuera de ella, para despedirte cuando sales de viaje al colegio, a otro barrio o a otra ciudad, para recibirte, darte un fuerte abrazo y decirte bienvenido.

Nais, a mí también tu llegada a este mundo me ha significado la apertura de puertas y ventanas en lo que concierne a experimentar y afirmar formas alternativas de vivir mi masculinidad y paternidad. Puertas y ventanas que me niego día a día a que se cierren y por eso certifico que tu madre y yo te tuvimos cuando ambos teníamos edad para recibirte en este mundo, trabajábamos en la misma organización donde precisamente nos conocimos y flechamos, ella tenía su casa, los dos estábamos vinculados al Sistema de Seguridad Social, nos queríamos y te queríamos tener.

Afirmo que realmente cuando al medio día del 27 de julio de 1995, producto de una cesárea, saliste del vientre de tu madre, ella dio a luz y alumbró nuestra casa, hogar y familia con tu presencia, pero también, sin proponértelo, tú haz iluminado mi camino de hombre y padre. Porque tú al igual que todos los niños, al nacer nos recuerdan cómo expresar nuestras emociones, jugar con el lenguaje, las palabras y las cosas, cuestionar el mundo y poner a este patas arriba. El problema es que con el tiempo cuando el profesor se nos va creciendo, a nosotros los hombres adultos y padres se nos va olvidando la lección y nos volvemos a poner brutos.

He aquí la razón fundamental de esta carta, Carlos Nais: Estamos en el punto y en el tiempo donde corremos el riesgo de que estas puertas y ventanas se cierren y con ello quedemos aislados uno del otro y no podamos seguir encontrándonos y recorriendo novedosos senderos como padre e hijo, como hombres.

Este escrito es como una especie de mecanismo o llamado de atención para que no se tranquen o nosotros mismos cerremos las oportunidades de expresar nuestros sentimientos y emociones; jugar, estudiar, trabajar y volver a jugar juntos y con los demás; respetar, valorar y reconocer nuestros pensamientos, palabras y experiencias de vida y la de las mujeres; hablar de lo que pasa en el mundo y en nuestros mundos; leer, ir a cine, ver televisión, jugar ajedrez, pedalear juntos o navegar en Internet; pescar sueños e ilusiones y cuando aprendamos a manejar las cañas también pescados; practicar el fútbol y masculinidades liberadoras dentro y fuera del campo de juego. En fin, encontrarnos para hacer juntos lo que nos gusta y nos da la gana sin dejar de hacer cada uno lo que quiere solo o con el resto de la gente.

Tú estás en el punto y en el tiempo en que en tu cuerpo ocurrirán cambios físicos. Empezarás a crecer aceleradamente, los hombros se te empezarán a ensanchar, se te afinarán las caderas y los órganos sexuales aumentarán de tamaño. También te crecerá el vello en la cara y otras partes del cuerpo, incluyendo la región púbica.

Estás en el punto y en el tiempo en que te sientes muy grande para los juegos de niños, pero demasiado pequeño para juntarte con muchachos de 15 años en adelante. En el punto y en el tiempo en que las pelaitas no te son indiferentes.

Con seguridad sientes o empezarás a sentir rebeldía hacia mí y a tu madre porque quieres ser una persona independiente, aunque en ocasiones no quieres serlo. Quieres libertad.

Consideras que tus sentimientos son parte de tu vida privada y en el momento que quieras hablar de ellos lo harás con tus amigos.

Los fines de semana quieres pasar en fiesta con tu bonche de amigos y amigas.

Empiezas a pensar y sentir que hablas cosas más importantes, valiosas y mejores con los de tu edad. Estos te presionan a que hagas cosas y demuestres que no eres un cobarde o que te dejas mandar de tu mamá o papá.

Te quieres vestir a la moda, con la ropa que a ti te gusta y no la que te escogen o quieren tus padres.

Andas mal en el colegio porque estás más pendiente a los deportes y al juego que al estudio y los libros.

Estás en el punto y el tiempo de la adolescencia, en la puerta de entrada a la juventud y adultez.

Carlos Nais, yo estoy en el punto y en el tiempo de mantener abierta la puerta de encuentro, diálogo y comunicación no solamente contigo sino con el resto de la familia y amistades, como la mejor forma de contribuir a la satisfacción de nuestras necesidades de afecto, protección, subsistencia, entendimiento, identidad, participación, ocio, creación y libertad; como la mejor manera de que todos y cada uno crezcamos en capacidades para vivir nuestras propias vidas y enfrentar las consecuencias que esta vivencia nos genere.

Los dos estamos en el punto y a tiempo de darnos segundas, terceras, cuartas y todas las oportunidades que sean necesarias para encontrarnos, dialogar y comunicarnos, por tal motivo te he escrito esta carta como una forma novedosa de hablar desde lo que somos: un hombre y un pelaito que nos queremos mucho y afectamos mutuamente desde hace trece años.

No siendo otro el motivo y esperando una pronta respuesta tuya, se despide de ti,

Cariñosamente tu padre

Carlos Díaz Acevedo.

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